viernes, 12 de enero de 2007

Comida de Navidad

Ah! La navidad, de nuevo esa época en la que proliferan las burlas hacia la gente enana con gorros verdes puntiagudos, hacia los negros con corona falsificada y culo por buzón. Ese memorando del monopolio de nuestra querida y fatal coca cola mediante Papas Noeles modificados genéticamente. Ese refuerzo de un folklore nacionalista que consiste en la hermosa idea de un trozo de leña que caga entre su estiércol los regalitos para los niños que han amargado menos la vida de sus padres. Ese secretismo místico, esos desengaños que van de bracito con la pubertad. Esos suicidios colectivos de críos japoneses que descubren que ese Papa Noel en versión “otaku” nunca ha existido…

Pero centrémonos en uno de los aspectos ya citados en el post anterior: atiborramientos navideños, empaches pre-traumáticos y gastronomofagia en general.

Imaginemos la típica estampa de comida navideña: Toda la familia reunida alegremente alrededor de una gran mesa, con nuestra abuela deseando empezar a inyectarnos toneladas de comida por la boca, cual violador babea mientras observa a su víctima antes de proceder. Ante nosotros, la mesa. Estoy solo ante el peligro, y rezo para que mi estómago pueda hoy rendir al 150%, para no tener que estar una semana con descomposición diarreica. El abundante aperitivo se extiende como un campo de minas sobre el hortera mantel que mi abuela utiliza en ocasiones especiales. Sin duda, una vil táctica para hundir la moral de nuestras tropas. Nos lanzamos al ataque, intentando flanquear al enemigo por la parte de los dátiles con bacon (que parecen mierda de gato enrollada en piel escrotal). La línea del frente rival está compuesta por aceitunas rellenas de anchoa (cual suicida iraquí relleno de TNT) y tacos de queso y jamón a modo de barreras antitanque. Uno de los flancos de dátiles cae fácilmente, mientras que el frente enemigo resiste. Eso se debe, en gran medida, a que el queso está más seco que la vagina de una secuoya milenaria, por lo que produce asco y repulsa a nuestros muchachos. En su segunda línea de frente, está apostada su batería de guerra biológica, en forma de mocos de mar, berberechos, almejas y demás frutos del líquido elemento. No son obstáculo alguno para nuestras tropas de choque, apoyadas por nuestros oficiales de mayor rango (padres, tíos y demás). Hemos ganado la batalla del Aperitivo, pero no la guerra.

Sin dejarnos sin tiempo ni para acompañar a la prima bulímica de turno hasta ese lavabo que queda a millas de distancia del comedor, surge en el campo de batalla una fuerza mucho más temible y devastadora que el aperitivo. Efectivamente, os estoy hablando de los canalones, escalofriantes cañones alineados de forma estratégica para propulsar a nuestros carcomidos estómagos quilos y quilos de carne y cerebro de indefensos animales con gripe aviar. Algunos de nuestros hombres caen en el intento de neutralizar esa carga tan nefasta, mientras otros vomitan cual fuentes de residuos al saber que la bechamel ha sido elaborada con esperma de dromedario adulto. Nuestras filas, pues, empiezan a desquiciarse ante esa trama que mi abuela, con tanta vileza, ha tejido en horas de ganchillo y telenovela.

Continuará...

Por k.s.x. & Nemesis

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vamos camaradas que la batalla aun no ha terminado. Nos keda el monstruo final, el PaVo! Y también el apocalipsis en forma de turrones...

by doops64