jueves, 13 de diciembre de 2007

Fernanditooo y sus secuaces

Bueeeeno, bueno... Después de un periodo de reflexión que hemos aprovechado para ingerir cantidades industriales de alcohol y phoskitos, volvemos a la carga con mas ganas que nunca y con las pilas cargadas. Y qué mejor que abordar la actualidad deportiva de nuestro país para recordar lo patéticos que somos.

Y es que, durante los últimos tres o cuatro años, Españaza y sus gentes han experimentado un cambio radical, una nueva filosofía de vida que nos ha absorbido a casi todos, que ha alterado nuestras preferencias, que nos ha trastornado de tal manera que nunca más seremos lo que éramos, que nos has ha vuelto aún más gilipollas. Los españoles han descubierto… LA PUTA FORMULA UNO! Sí! Donde corre EL PUTO FERNANDO ALONSO DE LOS COJONES.

Pero empecemos por el principio. La fórmula uno moderna, eso es, a partir de 1950, es la reina de las disciplinas automovilísticas. El sueño donde todo piloto de carreras que se precie quiere llegar. La cumbre. El summum. La puta ostia, vaya. Con su glamour, su magia, su leyenda, todo ese aura que rodea al gran circo de las carreras, los sobacos de Briatore o la simpatía sobrenatural de Fernando Alonso. Pues bien, en España, la fórmula uno se ha empezado a conocer desde que Alonso ha empezado a ganar carreras, y naturalmente por la compra de los derechos por parte de telecinco para poder dar las carreras en abierto y gratis. O sea, para absolutamente toda la basura mundana española. Todo hay que decirlo, en Catalunya llevamos muchos años viéndola por Tv3, pero eso no importa. El caso es que ahora todos los españoles son expertos en F1, aunque no sepan ni quien eran Nigel Mansell, Senna, Prost, Gilles Villeneuve, Lafitte o Jim Clark. Pero eso tampoco importa. Lo único importante es Alonso. Alonso Alonso ALONSO ALONSO Y ¡¡¡ALONSO!!! Y eso tiene tres causas fundamentales: Una es la prensa. Especialmente la escrita, del tipo diario como AS o MARCA, horda de fanáticos incultos y que solo contribuyen a esa vorágine de subnormalidad creada alrededor de Alonso. La segunda es los contínuos éxitos de la selección nacional de fútbol, lo que hace que los españoles tengan que demostrar su patriotismo en algo que no les haga hacer tanto el ridículo. Y la tercera son los comentaristas de telecinco. El gordo, el calvo, De La Rosa y el otro. Del otro no vamos a hablar porque a todo el mundo se la suda las polleces que dice, de De La Rosa, haremos como han hecho todos los equipos desde que está en la F-1 y le ignoraremos, o sea que nos centraremos en el gordo y el calvo. El primero, con su voz a vómito, es el “experto” del tema. Y yo soy astronauta. Tener la desagradable experiencia de oírle al hablar es comparable a practicarle una felación a Toni Genil. Y luego está ese genio de la comunicación, ese gurú del gran circo automovilístico, esa sirenita del paddock. Lástima que sea subnormal. Del calvo solo diré que le coma ya la polla a Alonso, que se muere de ganas. Y de paso que deje de rayar con sus lloriqueos cuando adelantan a “Mágic”.



Y eso es lo que a la gente le mola. España se ha convertido en un país de fanáticos, de tarados. Las similitudes con los fundamentalistas islámicos son evidentes. Unos adoran y siguen ciegamente a un solo Dios absoluto (Alonso), por encima de todos los otros pilotos de toda la puta historia. Los otros creen en Alá y el profeta Mahoma. Unos tienen a un archienemigo, un Némesis, un enemigo mortal al que derrotar y mandar a lo mas hondo y oscuro del infierno para que se pudra ahogado en sus propias miserias sin piedad alguna: Lewis Hamilton. Los otros harían eso mismo a George W. Bush. Cualquier día veremos a algún retrasado saltar en plena recta de Montmeló para inmolarse contra el coche de Hamilton, como hacen los otros.
Veremos como acaba la cosa…